lunes, 11 de noviembre de 2013

El duelo



COMO HABLAR CON NUESTROS HIJOS SOBRE LA MUERTE Y EL DUELO 

Cuando necesitamos abordar la muerte de un ser querido, no resulta nada fácil ponerlo en palabras, y menos aún si se trata de comunicárselo a los más pequeños. Sin embargo, la muerte es un hecho ineludible de la vida, es decir, todos los seres humanos vamos a tener que enfrentarnos a ella, por ello es importante disponer de recursos que nos ayuden a afrontar esta realidad de la mejor forma posible.
¿Cómo le explicamos lo que ha sucedido? ¿Puede llegar a entender qué es la muerte? ¿Es mejor contar o no contar? ¿Qué hacer si nos pregunta? ¿Es diferente la vivencia de la muerte si el niño tiene 5 años o si tiene 10? ¿Puede un niño estar en duelo? ¿Cómo le puedo ayudar? ¿Necesita una ayuda especial? ¿Es bueno que nos vea tristes? ¿Tenemos que evitarle lo sucedido? ¿Qué pueden hacer los profesores cuando un niño se encuentra en duelo?
La manera de vivir la vida y de afrontar la muerte va a estar condicionada por el entorno y el tiempo en el que vivimos.
Es importante detenerse sobre esta idea unos minutos, porque de nada sirve dar herramientas a nuestros hijos y alumnos para que puedan elaborar el duelo por la muerte de un ser querido, si no me pregunto antes cómo me enfrento yo a este hecho y cómo lo hace la cultura de la que provengo.

LOS NIÑOS Y LA MUERTE
Los niños se preguntan, intuyen y conocen de alguna forma la existencia de la muerte. Si no obtienen respuestas o éstas son confusas, elaborarán sus propias teorías acerca de lo que significa morir. 
Estas teorías son siempre limitadas y están marcadas por su pensamiento egocéntrico, fantástico y por su saber emocional, lo que sin duda hará aumentar su angustia y su malestar. 
No debemos dejar al niño “a solas” con su mundo de fantasía. Cuando nos pregunta es porque necesita aclarar lo que él mismo construye. Es importante fijarse en qué pregunta y responder de acuerdo a su edad, pero siempre ser sinceros sobre sus dudas. Esto le calmará y le servirá para confiar en nosotros.  
Los niños necesitan nuestra ayuda y nuestro acompañamiento, porque su concepto de muerte está en construcción, así como su propia elaboración del duelo. 

EXPLICAR LA MUERTE A CADA EDAD: LO QUE LOS NIÑOS ALCANZAN A COMPRENDER
La muerte en la primera infancia: del bebé al niño de dos años
Para los bebés y los niños de pocos años la muerte no es más que una palabra. Desconocen su significado y no están preparados todavía para comprender este concepto en toda su dimensión. Sin embargo, casi desde el principio de la vida, entre los seis y los ocho meses, los niños desarrollan la que se conoce como “Noción de permanencia de objeto”, esto quiere decir que, aunque no sepan qué significa la palabra muerte, los bebés y los niños muy pequeños sí perciben la NO PRESENCIA de la persona fallecida, especialmente si se trata de una figura de referencia. 
¿Qué podemos hacer y decir?
Lo más importante que podamos hacer cuando los niños son tan pequeños es mantener sus rutinas, horarios y ritmos. Dar continuidad y seguridad a su mundo es lo que verdaderamente necesitan. En la medida de lo posible es vital tratar de mantener sus espacios tal y como estaban antes de la pérdida, minimizando así la aparición de cambios que puedan crearles más inquietud, desconcierto o inseguridad.
La muerte en el niño de preescolar: de los tres años a los seis
Creen que la muerte es temporal y reversible.
El concepto de insensibilidad post mortem está todavía en construcción: creen que la persona puede seguir viva, y experimentar sentimientos y sensaciones una vez fallecida (pueden vernos, escucharnos, mirarnos). 
No creen que la muerte sea universal. Piensan que sus padres y ellos mismos no van a morir. 
Interpretan de forma literal cualquier explicación que les demos sobre la muerte. Si se les dice que alguien ha ido al cielo preguntarán cómo pueden ir ellos también. 
¿Qué podemos hacer y decir?
Lo más importante, y teniendo en cuenta la forma literal que tienen de interpretar los acontecimientos que suceden a su alrededor, es poder utilizar un lenguaje claro, preciso y real a la hora de explicar todo lo que tenga que ver con el hecho de morir o la noción de muerte.
En este periodo los niños muestran mucha curiosidad por el lugar donde está y por cómo se encuentra la persona que ha fallecido. ¿Dónde está? ¿Tiene frío, puede comer y beber? ¿Puedo hablar con él o ella?
Es importante que respondamos a estas preguntas con sinceridad y de la manera más concreta posible. La mejor forma de saber lo que nuestros hijos o alumnos entienden sobre la muerte es dialogar con ellos. Preguntarles qué piensan sobre ello nos servirá para saber qué es lo que comprenden sobre lo sucedido, así como para despejarles las dudas y preocupaciones que nos puedan plantear.
La muerte en los niños escolares: de seis a diez años
Es en este periodo evolutivo cuando los niños van acercándose progresivamente al concepto real de muerte, siendo hacia el final de esta etapa (9 ó 10 años) cuando ya son capaces de tener una noción completa de lo que significa verdaderamente morir.
Hacia los siete años, los niños pueden diferenciar la fantasía de la realidad. Para ellos la muerte va haciéndose cada vez más real y son más capaces de comprender la noción de insensibilidad o fin de las funciones vitales.
Asimismo pueden comprender el carácter definitivo que tiene la muerte y no la ven ya como algo temporal. Saben que no se trata de un sueño y que la persona que muere no va a volver.
Saben que todos los seres vivos y las personas mueren, sin embargo no sienten que esto les vaya a pasar a ellos también. Perciben la muerte como si ésta en realidad fuera selectiva y sólo afectase a las personas muy, muy mayores. No es hasta el final de esta etapa cuando pueden comprender que la muerte es universal e igual para todos, incluido ellos mismos. 
A lo largo de este periodo evolutivo los niños comienzan a experimentar sentimientos de culpa. Dichos sentimientos también están causados por el predominio de un pensamiento todavía de carácter egocéntrico, que puede llevar al niño a pensar que, si alguien muere, ha podido deberse a algo que ellos hayan dicho, hecho o pensado.
Durante este periodo del desarrollo, el grupo de pares empieza a cobrar mucha importancia. Los menores necesitan sentirse parte integrante de su grupo de iguales, desarrollan sentimientos de camaradería y son muy sensibles a las comparaciones. A partir de esta etapa, el hecho de cambiar de amigos les provoca sufrimiento y lo viven como una pérdida. 
En lo relativo a la muerte mostrarán mucha curiosidad. Es una etapa en la que los adultos nos enfrentamos a un intenso bombardeo de preguntas, algunas de las cuales pueden resultar ciertamente comprometedoras y desconcertantes, si no entendemos que éstas son normales precisamente por el momento evolutivo que el niño está atravesando. 
¿Qué podemos hacer y decir?
Los niños de entre 6 y 9 años necesitan que se les explique la muerte de un ser querido atendiendo a los hechos y las causas que la han provocado. A esta edad van a cobrar especial importancia las reacciones, preguntas y temores que los niños suelen expresar cuando se les comunica la muerte de un ser querido. 
Es fundamental que atendamos todas sus dudas y recojamos todas sus inquietudes, de forma que puedan sentirse escuchados y reconfortados. Se trata de escucharles teniendo en cuenta que sus preocupaciones irán dirigidas a averiguar qué le pasa al cuerpo cuando muere, qué va a pasar ahora con su vida, qué puede ocurrir si alguien de su entorno enferma o muere, así como preguntas orientadas a saber en qué consisten los ritos de despedida de nuestra cultura (los funerales, entierros, etc.).
A partir de los seis años, aproximadamente, los niños pueden participar en los ritos que se lleven a cabo por la muerte de un familiar (velatorio, entierro, funeral). Participar en estos ritos, debidamente explicados con anterioridad y siempre acompañando al niño, preadolescente o adolescente, tiene el sentido de favorecer que se sientan unidos a la familia e integrados en la experiencia de despedida. También les ayuda a que la muerte pueda ser concretada en un tiempo y en un espacio. Los niños y adolescentes necesitan despedirse. 

CLAVES PARA AYUDAR A LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES EN DUELO

1. “NO ME DEJES SOLO, QUIERO ESTAR EN FAMILIA”: Ofrecer al menor compañía y protección familiar
Los niños y adolescentes necesitan vivir arropados e integrados en la familia y en las dinámicas de despedida que se lleven a cabo.
2.“PROCURA QUE MI DÍA A DÍA SIGA SIENDO EL MISMO”: 
Restablecer cuanto antes la vida cotidiana del menor: Es necesario no descuidar las rutinas y los cuidados cotidianos del niño o el adolescente. Sentir que su vida no se desmorona y que quienes le rodean siguen atendiéndole es vital para su propia recuperación.
3. “AYÚDAME A EXPRESAR LO QUE ME PASA”: 
Favorecer que el menor pueda hablar y expresar lo que piensa, duda y siente sobre lo sucedido. Con su ejemplo, el adulto debe servir de modelo de comunicación ofreciendo al niño o adolescente la posibilidad de que se exprese.
4. “AYÚDAME A COMPRENDER”: 
Conocer aquellas claves necesarias para explicar al menor la muerte de un ser querido y ayudarle en su duelo: 
1. Decirle siempre la verdad en función de su momento emocional y cognitivo, así como dialogar con él para ir aclarando sus dudas y fantasías.
2. Explicarle la muerte en términos reales, atendiendo fundamentalmente a lo que la muerte tiene de irreversible, definitiva y final de las funciones vitales. Podemos apoyarnos en ejemplos de la naturaleza (la muerte de un pajarito, un ratón...).
3.Tratar de averiguar cómo se siente emocionalmente el menor tras la muerte del ser querido y aclarar todas aquellas circunstancias que, como consecuencia de la pérdida sufrida, puedan inquietarle o preocuparle.
5. “GUÍAME SI LO NECESITO”: 
Existen algunas herramientas usadas por los expertos en duelo que los familiares también pueden aplicar si la comunicación directa y espontánea no funciona o se vive con dificultad:  Los dibujos en los niños mas pequeños o el juego.
Es muy recomendable que aprovechemos estos momentos de expresión gráfica del niño para hablar con él sobre su dibujo y aclarar aquellas dudas o fantasías que podemos detectar gracias al mismo.
Otra vía de expresión de los más pequeños es el juego. Nuevamente, el niño está expresando y tratando de elaborar lo sucedido. En estos casos, nuestra intervención como padres también se realiza a través de los personajes del juego, para desde ahí aclarar las inquietudes, temores o creencias erróneas que detectemos. 
Para los niños más mayores puede ser de utilidad recopilar fotos, hacer un álbum de recuerdos, escribir cartas, poemas o comenzar un diario íntimo.

Lecturas recomendadas

Para los más pequeños (hasta los 6 – 7 años)
  • Ramón E. y Osuna R. (2003) ¡No es fácil pequeña ardilla! Pontevedra: Kalandraka Editorial.
Para los medianos (de los 7 a los 12 años)
  • Mundy M. (2001). Cuando estoy triste. Ante la pérdida de un ser querido. Madrid: Editorial San Pablo. 
  • Canals M. y Aguilar S. (2011). Mi amiga invisible. Barcelona: Salvatella Editorial.
  • Jeffers O. (2010). El corazón y la botella. Méjico: Fondo de cultura económica.




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